sábado, 22 de enero de 2011

el robado día

Quienes han vivido la guerra, quienes han leído a los clásicos o quienes, sin más, se ponen a imaginarla, saben que los ejércitos en marcha levantan una gran polvareda y que las batallas son también una gran polvareda (“con la grande polvareda / perdimos a don Beltrán...”). En “Profecía del Tajo”, fray Luis de León nos da una idea de la magnitud del ejército norteafricano diciendo: “el polvo roba el día y le escurece” (v. 45). En su edición de las Poesías completas de fray Luis, Cristóbal Cuevas cita el antecedente de Virgilio: “eripiunt subito nubes caelumque diumque” (En I, 88). El robo del día y su oscurecerse me parece más eficaz en la versión de fray Luis, porque en Virgilio resulta casi natural que las nubes, empujadas por los enloquecidos vientos y por los dioses que dan sus nombres a esos vientos, oculten el cielo y el día. En fray Luis son los hombres los artífices del prodigio. Es un oscurecerse de abajo arriba. Un desafío.

3 comentarios:

karmen blázquez dijo...

Entresijos, intersticios,o como quiera llamarse a donde llegas con precisión para situarnos allí, donde fray Luis ordena y otorga remontándose con ese maravilloso verso.
Gracias Julio,por esta interesente y bella "comparanza"
Un cordial saludo

julio martínez mesanza dijo...

Gracias a ti, Karmen.

Diego Clemén dijo...

Quizás, de ahí en parte también la parodia de la polvareda en Cervantes, en la que los ejércitos son rebaños (I,18):

"En estos coloquios iban don Quijote y su escudero, cuando vio don Quijote que por el camino que iban venía hacia ellos una grande y espesa polvareda; y, en viéndola, se volvió a Sancho y le dijo:
—Este es el día, ¡oh Sancho!, en el cual se ha de ver el bien que me tiene guardado mi suerte; este es el día, digo, en que se ha de mostrar, tanto como en otro alguno, el valor de mi brazo, y en el que tengo de hacer obras que queden escritas en el libro de la fama por todos los venideros siglos. ¿Ves aquella polvareda que allí se levanta, Sancho? Pues toda es cuajada de un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes por allí viene marchando.
—A esa cuenta, dos deben de ser —dijo Sancho—, porque desta parte contraria se levanta asimesmo otra semejante polvareda.
Volvió a mirarlo don Quijote y vio que así era la verdad y, alegrándose sobremanera, pensó sin duda alguna que eran dos ejércitos que venían a embestirse y a encontrarse en mitad de aquella espaciosa llanura. [...] Hiciéronlo ansí y pusiéronse sobre una loma, desde la cual se vieran bien las dos manadas que a don Quijote se le hicieron ejército, si las nubes del polvo que levantaban no les turbara y cegara la vista"

Saludos