martes, 8 de febrero de 2011

tibulo

es arrastrado a la guerra: “Nunc ad bella trahor, et iam quis forsitan hostis / Haesura in nostro tela gerit latere” (I 10 13-14). Y quizá un enemigo lleva ya el dardo que acabará clavándose en su costado. Tibulo prefiere que vayan otros y se lo cuenten, por ejemplo, en una taberna: “Ut mihi potanti possit sua dicere facta / Miles et in mensa pingere castra mero” (I 10 31-32). Así, oyendo al soldado que se jacta de sus hazañas y dibuja con vino el campamento en la mesa. Tibulo, como muchos, odia la guerra, pero es de los pocos que no esconden su miedo.

lunes, 31 de enero de 2011

caballos

Digenes Akritas se jacta de haber cortado en dos con su espada el caballo de la amazona Maximo (VI 760-763). Una mitad cayó con ella y la otra para el otro lado. Lo hizo como demostración de fuerza, para evitarle males mayores a su contrincante, que, por hábil y peligrosa que fuera combatiendo, no dejaba de ser una mujer ("pues es vergonzoso para un hombre no sólo dar muerte a una mujer, sino incluso combatir con ella"). Con el caballo, desde luego, Digenes Akritas y el poeta que recuerda sus hazañas tuvieron menos delicadeza. Cae partido en dos, y ya está. Como si fuera un objeto que nunca ha vivido. Un objeto inanimado antes y después de la herida. En la Tebaida de Estacio, cuando Eteocles aparta la rodilla para evitar la jabalina que le lanza Polinices, ésta va a clavarse en el flanco de su caballo, el cual, al momento, no siente la mano que lo guía, y, ya sin control, traza un círculo de sangre en la resplandeciente arena (“aruaque sanguineo scribit rutilantia gyro”, XI 514). Piadoso verso. Puede que esa piedad también le ayudara a Estacio a alcanzar el Paradiso.

miércoles, 26 de enero de 2011

trakl

dice: “…O grollende Schwermut / Des Heers…” (“Oh, rencorosa melancolía / Del ejército…”, traduce Marco Antonio Campos). ¿Colectiva? ¿Del ejército como algo dotado de alma propia? ¿De cada uno de los hombres que componen el ejército? ¿De Trakl solamente? ¿Contra el mundo?¿Contra el otro ejército? ¿Sólo después de las pérdidas? ¿Siempre? ¿Contra los que viven fuera del ejército? ¿Contra quienes no están obligados a la vida de campaña? ¿Por estar donde no se quiere? ¿Sin objeto definido? Si supiéramos con certeza que se trata sólo y exactamente de una de estas cosas, o de alguna otra sobre la que, igualmente, podríamos preguntarnos, las palabras de Trakl dejarían de decirnos la desolación que nos dicen. No es el poder de la ambigüedad deliberada, que, por lo demás, no suele tener ningún poder. Es algo que hemos sentido nosotros sin saber lo que era y que, de haber podido, habríamos dicho con esas mismas palabras.

sábado, 22 de enero de 2011

el robado día

Quienes han vivido la guerra, quienes han leído a los clásicos o quienes, sin más, se ponen a imaginarla, saben que los ejércitos en marcha levantan una gran polvareda y que las batallas son también una gran polvareda (“con la grande polvareda / perdimos a don Beltrán...”). En “Profecía del Tajo”, fray Luis de León nos da una idea de la magnitud del ejército norteafricano diciendo: “el polvo roba el día y le escurece” (v. 45). En su edición de las Poesías completas de fray Luis, Cristóbal Cuevas cita el antecedente de Virgilio: “eripiunt subito nubes caelumque diumque” (En I, 88). El robo del día y su oscurecerse me parece más eficaz en la versión de fray Luis, porque en Virgilio resulta casi natural que las nubes, empujadas por los enloquecidos vientos y por los dioses que dan sus nombres a esos vientos, oculten el cielo y el día. En fray Luis son los hombres los artífices del prodigio. Es un oscurecerse de abajo arriba. Un desafío.

lunes, 17 de enero de 2011

las puertas de tebas

Si hacemos caso de Aristófanes (Las ranas), para Esquilo, Los siete contra Tebas era una tragedia llena del espíritu de Ares. Esquilo, en la comedia de Aristófanes, se jacta frente a Eurípides de haber contribuido a la valentía de los griegos, de haberles hecho amar las lanzas, las espadas, los cascos de blancas cimeras, las corazas y las grebas; es decir, el equipo completo del hoplita, del ciudadano que combate. Ciertamente, el espíritu de Ares respira en Los siete contra Tebas. La polvareda que levanta un ejército en marcha. El ruido de los carros. La marea de los numerosos hombres y el oleaje de las lanzas, que es la metáfora de ese ejército en marcha. La nave de la ciudad asediada, que completa la metáfora. Hay algo de exagerado y de (quizá) deliberadamente irónico en la descripción de algunos de los jefes que cercan la ciudad; sobre todo, en la de ese Tideo, furioso y descontrolado, que se agita desafiante frente a la puerta de Preto. Hay (quizá) también una oposición entre el orden y la mesura ciudadana a la hora del combate, representados por Eteocles, el defensor, y la brutalidad y el heroísmo homérico e irracional, representados por algunos de esos siete que se lanzan contra Tebas. El hoplita Esquilo sabía muy bien de lo que hablaba.

viernes, 14 de enero de 2011

cereza

En un poema temprano de Paul Celan hay un caballero que lleva pintada en el escudo una sonrisa crepuscular. Un caballero que duerme durante la batalla y el estío. Die Kirsche blutet für ihn. La cereza sangra para él.

martes, 11 de enero de 2011

heroísmo premeditado

En el capítulo que dedica a Tolstoi en Intellectuals (1988), Paul Johnson reproduce estas palabras de Aylmer Maude a propósito del comportamiento del escritor ruso cuando era un joven oficial del ejército zarista: “Solía evitar las dificultades y privaciones típicas de la guerra. Recorre los lugares como si fuese un turista, pero, en cuanto oye disparos, aparece en el campo de batalla. Cuando termina el combate, vuelve a marcharse por su cuenta adonde le apetece” (The Life of Tolstoy, 1908). Para Johnson, “Tolstoi estaba ansioso por representar un papel, aunque no tanto por servir. No le interesaban las rutinarias incomodidades y privaciones, los aspectos de la vida militar que no gozaban de un potencial valor para otorgarle celebridad y que pasaban desapercibidos”. Y concluye: “Así fue durante toda su vida: su heroísmo, su virtud, su santitad estaban dirigidos al ámbito público, no a la aburrida e insustancial rutina de la vida cotidiana”*. Heroísmo como espectáculo. Heroísmo premeditado. Para reflexionar: los héroes que desean serlo y los que, a su pesar, lo son. La épica clásica está llena de héroes que desean serlo, de heroísmo premeditado. La medieval también. ¿O se trata sólo de una cuestión de aburrimiento y diversión? Entonces tendríamos a un héroe no premeditado, pero no a un héroe a su pesar.



*Paul Johnson, Intelectuales. Trad. Daniel Aldea Rossell. Ed. Homolegens, 2009.